Un corazón para Bruce Sanders by Andrea Adrich

Un corazón para Bruce Sanders by Andrea Adrich

autor:Andrea Adrich [Adrich, Andrea]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2021-01-31T00:00:00+00:00


Capítulo 50

No entendía a Bruce Sanders y no lo entendería nunca. Había conseguido que fuera amable conmigo, ¿no? Últimamente lo era. Entonces, ¿a qué había venido ese arranque de… de yo qué sé? Había salido de su despacho como un toro de los rodeos americanos, dispuesto a embestir a quien fuera. O a dar una coz. Y todo para que le hiciera fotocopias de algo que era totalmente inconexo. O le faltaban páginas o le sobraban, una de las dos cosas. Por supuesto que no me atreví a decirle que aquello estaba mal. Me limité a hacer las tres fotocopias como me había ordenado y punto. Allá se las arreglara como pudiera.

El pobre Tommy había salido disparado al ver su cara. Lo miró como si quisiera apuñalarle la garganta. Joder, solo estábamos hablando. Llevábamos algo así como cinco minutos, y yo estaba respondiendo a un email que no requería ninguna concentración. No era para ponerse así, desde luego.

Cuando entré en su despacho para darle las fotocopias, el señor Morgan todavía seguía allí.

Alargué el brazo y se las tendí. El señor Sanders las tomó y las dejó a un lado sin hacerles el menor caso. Empecé a sospechar que había cogido unas cuantas hojas al azar y me había mandado hacer las puñeteras fotocopias solo para que Tommy saliera corriendo como si hubiera visto al mismísimo Lucifer.

—Señorita Robbins, siéntese —⁠me dijo.

Bajé la mirada hasta el señor Morgan buscando confort. Para mí seguía siendo mi ángel de la guarda allí dentro. Sé que si el señor Sanders estaba enfadado poco podía hacer nadie para contenerle, ni siquiera él, pero me sentía extrañamente protegida cuando estaba cerca.

¿Iba a echarme la bronca por lo de Tommy? ¿Por eso me había ordenado sentarme? Joder, solo habíamos estado hablando cinco putos minutos. Traté de armarme de unos cuantos argumentos para contrarrestar su posible regañina. Aunque llegué a la conclusión de que lo más sensato sería callarme, a juzgar por la anterior discusión que tuvimos. Mejor me mordía la lengua hasta que pareciera carne picada.

El señor Morgan asintió con la cabeza a mi (suplicante) mirada. El inicio de una sonrisa en sus labios me tranquilizó. Respiré.

Me estiré la falda y me senté cruzando los tobillos.

Bruce Sanders enderezó la espalda en el enorme sillón de cuero negro. Con un traje gris marengo, una camisa negra y una corbata plateada, parecía un puto príncipe de cuento. Solo le faltaba el corcel blanco.

—Señorita Robbins, la empresa está luchando por hacerse con un proyecto muy importante a nivel internacional —⁠comenzó con voz profesional⁠—. Las Torres Keio en Japón.

Sabía a qué proyecto se refería, como ya he hecho referencia, los había oído hablar de él en alguna ocasión, y me daba en la nariz que era sumamente importante para el señor Sanders, pero no solo a nivel profesional. Había algo más; algo quizá personal, que se encerraba en ese proyecto.

—Vamos a empezar a elaborar la oferta para la licitación pública —⁠continuó hablando⁠—. Va a ser un trabajo difícil, minucioso y a veces farragoso, por la cantidad de papeleo, datos e información que vamos a manejar.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.